Recuerdos
de los primeros argentinos en la Davis (I)
Enrique Obarrio
no fue competidor de participación constante, ya que residía en Metileo
(La Pampa) donde poseía un establecimiento generador de porcinos. El
predio no tenía canchas de tenis, por lo que Obarrio utilizaba un frontón
plagado de irregularidades provocadas, de manera que la pelota, al
impactar en la pared, tomaba ángulos impredecibles, proyectados por un
imaginario rival. Completaba su preparación física corriendo diariamente
durante una hora al asomar el alba.
Participaba
anualmente de los cuatro principales certámenes de Buenos Aires. A pesar
de su rudimentaria preparación, alcanzó victorias inesperadas ante los
tres mejores tenistas del momento: Ronaldo Boyd, Guillermo Robson y Carlos
Morea. Al primero lo superó en cinco sets y a los dos restantes por
abandono en el quinto set.
Corría 1925, y
la AAT (por aquel entonces Asociación Argentina de Lawn Tennis) reconoció
los rutilantes desempeños de ese joven de las llanuras pampeanas y lo
designó para integrar el equipo de Copa Davis que muy pronto iba a jugar
en Europa. Recibida la honrosa misiva, emprendió viaje en tren rumbo a
Buenos Aires, pero hete aquí que un vacuno –por aquel entonces no había
“vacas locas”- fue arrollado por el convoy provocando un
descarrilamiento. Reordenar coches y vías demandó mucho tiempo. Tras
lento avance, el tren llegó a destino con mucho atraso, una mañana
dominguera y en medio de una furiosa tormenta y sin medios a la vista de
vehículos de transporte de pasajeros. Nuestro personaje, confiando en su
resistencia física, enfrentó el trance como cuando se reacciona ante un
“match point” desfavorable y emprendió veloz carrera hacia el puerto
metropolitano.
La orden de
zarpada se dió; la rampa comenzó a separarse de la nave y la figura de
Obarrio ya cerca de la mira, apareció. Entonces uno de los compañeros de
la Davis, con voz en cuello vociferó “no aflojes Enriquito, que llegás”.
El pasaje en pleno –muy curioso- también lo alentaba. Y llegó. Dió un
salto propio de un Nijinsky arrojándose en los brazos de sus compañeros
de equipo mientras un coro, cálido y sonoro compuesto por la tripulación
exclamó un bravo. Hasta el capitán de la nave se conmovió ante la
exultante recepción.
Una vez en
Barcelona ¿Qué ocurrió?. El plantel argentino venció 3-2 a la
representación de Hungría, y “Enriquito” –nuestro personaje- ganó
un individual y, en combinación con Guillermo Robson obtuvo el doble...
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