Carta abierta a los Profesores que
estén tan hartos como yo (1ra. parte)
La
verdad es que estoy un poco harto de muchos aspectos de nuestra realidad
social y cultural. Por ejemplo, estoy harto:
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De tratar de enseñar a aquellos alumnos que no tienen interés en
aprender, que sienten horror por lo difícil y simplifican la cultura.
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De una realidad que muestra un número cada vez mayor de excluídos y un
consumismo sin otro propósito que el de renovarse sin pausa. En medio de
un bien visible
vacío moral, se advierte cada día que el éxito económico se
disocia más y más del espíritu solidario. El mercantilismo generalizado
que todo lo devora es, quizás, el mal paradigmático. El empobrecimiento
espiritual del hombre -la traición a la trascendencia- va de la mano de
un crecimiento tremendo de sus capacidades técnicas. “Donde había
sociedad –dice Safransky- vuelve la jungla”; la música se convierte
en ruido y los pensamientos en charlatanería.
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De que los adultos seamos incapaces de asumir nuestra responsabilidad de
tales. Esa responsabilidad implica proponer
a los jóvenes modelos de conducta diferentes de los
que hoy les mostramos; y ocuparnos de sacudir su apatía para
exigirles el esfuerzo de la confrontación y la crítica, de manera que
tengan posibilidad de recuperar el sentido perdido de sus vidas. De otro
modo, la mayoría de los jóvenes seguirá como hasta ahora, reflejando,
en realidad, nuestra propia desorientación y angustia.
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De la tan mentada televisión-verdad con Viale,
Gelblung y otros a la cabeza,
y de la exaltación de la picardía criolla de Tinelli. Esa televisión no
tiene como fin mostrar la verdad sino dar lo real como espectáculo. Lo
real del acontecimiento se desvanece, se torna irrelevante, lo que importa
es el efecto que provoca su reproducción.
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De que la indiferencia -que es la gran conquista de la mediocridad- nos
vaya ganando la partida.
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De que hayamos dejado de tomarnos en serio como ciudadanos lúcidos y
críticos.
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De la mayor parte de la clase política vernácula. Pero también de
nuestras propias carencias en virtudes cívicas. Estamos tan
despolitizados que hemos sido incapaces de cerrar filas y desalojar en
masa a los actuales políticos y reemplazarlos por una nueva generación
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De que critiquemos la corrupción pero ignoremos que hemos construído el
país que más evade en el mundo. Lo que lleva a pensar que la corrupción
sigue viva porque nos sirve a todos. Nos da una excusa para ampararnos en
los que son más corruptos que nosotros.
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De nuestros dirigentes, especialmente de los dirigentes deportivos de los clubes profesionales de fútbol, de los representantes de jugadores, de los barra-bravas, de la FIFA, de Mariana Caniggia- aunque esté más tranquila- y de todos los que actúan dándole la razón a Borges cuando decía que "el fútbol es popular porque la estupidez es popular".
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De los entrenadores personales que intentan en Palermo hacer una mala copia de todo lo que leen en las revistas o ven en los
medios -por ejemplo, el Tae-Bo- en vez de guiar a sus alumnos en el camino de una verdadera cultura del
cuerpo.
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De las Instituciones que venden Licenciaturas aprovechando el miedo de los profesores de quedar afuera del sistema. Aunque estoy totalmente de acuerdo en tratar de elevar a la excelencia el nivel académico de los profesionales del área. Y para eso "algunas" Universidades son imprescindibles.
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De la justicia, siempre injusta para la mayoría.
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De muchos de nuestros intelectuales y científicos que se han transformado en parte dominada de la clase dominante porque, al decir de Bourdieu, ha desaparecido el intelectual comprometido de los 70. Por una compleja serie de razones, ellos y muchos de nosotros, estamos a punto de transformarnos "en una tarjeta postal de fin de año", que mandamos desde el extranjero como único recuerdo al país que contribuyó a formarnos. Lo peor es que no se advierte que no existen países-paraíso.
"Ahí donde vayamos, nos seguirá Don Compromiso, mostrándonos una forma diferente de la brega", canta Silvio Rodríguez.
Y Marcos Aguinis dice que "mereceríamos ingresar en el Libro Guinness, porque exportamos en grandes cantidades lo que otros se desesperan por conseguir: neuronas. Preparamos a nuestra gente para que se vaya. No tenemos paralelo ni merecemos perdón..."
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De que le demos una sola acepción a la palabra "irresponsabilidad". Aquí voy a tomar prestado un pensamiento de mi colega de Tucumán, Nora Petrone, que me parece espléndido. Como no nos miramos para adentro depositamos todas las culpas en el otro o en los otros. Ya sea la directora de la escuela, el dueño del gimnasio, los padres que no comprenden, la Dirección de Deportes, la Dirección Nacional de Educación Física o la Secretaría de Deportes. Nosotros no tenemos la culpa...somos irresponsables.
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