Hagamos una pausa

Se oye a menudo hablar de la importancia que tiene para un jugador la confianza en sí mismo, esto es muy cierto, independientemente del nivel. "Te la tienes que creer", "éste gana porque se la cree". De lo cual surge la siguiente pregunta: ¿qué es mejor, “creérsela”, o edificar una confianza basada en una realidad, consecuencia de un trabajo?
La relación jugador-entrenador es muy importante para que el primero pueda valerse por sí mismo. Cuando hablo de relación me refiero a algo más que llevarse bien, me refiero a de qué manera el jugador es dirigido. Muchas veces se va de un extremo a otro, el entrenado acata todo, o nada le viene bien, tiene el “sí” o el “no” fácil, en vez de adoptar una actitud más reflexiva.
¿Y al final, quién es el perjudicado?

Invito a los jugadores a que no confíen ciegamente en sus entrenadores, pero sí que les den crédito. Es muy importante escuchar lo que el entrenador transmite, siempre que luego se lo experimente, y de esa manera poder incorporarlo al propio juego. De esta forma se podrá comprobar si sirve o si no sirve. En caso de obtener un buen resultado, las dudas se disiparán y se habrá ganado en confianza.

Así es cómo vemos varios tipos de jugadores, los hay inseguros, y los hay seguros de sí mismos. Los primeros dependen totalmente de las indicaciones del padre, entrenador, madre, etc. Los segundos pueden ser acompañados y hasta dirigidos en un torneo, pero toman decisiones, saben qué hacer.

Estoy a favor de un vínculo activo entre jugador y entrenador. Un entrenador que sea una guía, en lugar de un jefe déspota y autoritario, que ayude, que promueva la evolución técnica, táctica y mental. ¿Qué tipo de ayuda es decirle a cada jugador todo lo que tiene que hacer? He llegado a escuchar que determinados jugadores no piensan, y que es mejor hacerles practicar dos o tres jugadas para que no se salgan de ese molde. El problema es que esto puede llevar a la saturación, muchos llegan a dejar el tenis por esta cuestión, alcanzando el hastío. 

Es importante propiciar la libre decisión, la libre expresión. Los grandes jugadores tienen iniciativa y deciden por sí mismos, se tienen confianza real: no se la creen.

Un jugador que, recibiendo una indicación, pregunta por qué o para qué, merece respeto. Son preguntas constructivas si se está dispuesto a trabajar.

El entrenamiento es ideal para analizar el propio juego, para hacer pequeñas pausas que lleven a reflexionar y sacar conclusiones. En el torneo no hay mucho tiempo, ahí no se puede improvisar.
Si se entrenan intensamente todos los golpes, más arduas sesiones de preparación física, etc. ¿Por qué no cederle un espacio a la reflexión?

Quizás esto pueda limpiar un poco nuestra mente, quizás empecemos a hacer las jugadas más simples, y esas mismas jugadas simples -con trabajo y dedicación-, las hagamos cada vez más rápidas y efectivas.

Prof. Guillermo Minutella

 

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