El césped: Una superficie errática para nuestros tenistas
Tras las derrotas sufridas por Franco Squillari, Gastón Gaudio, Guillermo Coria, Agustín
Calleri, Mariano
Zabaleta y Mariana Díaz Oliva, sumadas a las anteriores propinadas a Mariano
Puerta, José Acassuso, Paola Suárez, María Emilia Salerni y Clarisa
Fernández,
lo que hace un total de 11 argentinos eliminados, contra uno solo (Guillermo
Cañas)
que sigue en carrera, pareciera más que vigente lo que hace 27 años dijo
Guillermo Vilas: "que el pasto es para las vacas".
Sin embargo, el propio 'Willy' se tuvo que desdecir, cuando al final de ese
mismo año ganó sobre la hierba de Melbourne su primer campeonato de maestros.
Lo cierto es que, salvo honrosas excepciones, a los tenistas argentinos se les
hace muy difícil hacer pié en el verde césped.
Entre las excepciones, se encuentran los certámenes de Grand Slam conseguidos
por el propio Vilas en Australia, cuando ese certamen se jugaba sobre césped, o
el Masters de 1974 antes mencionado, aunque hay que recordar que el zurdo
marplatense ganó en tres de los cuatro torneos de Grand Slam (Roland Garros,
Australia, y U.S. Open) y en el único que no pudo triunfar, fue precisamente en
Wimbledon.
También hay que recordar que Gabriela Sabatini tuvo buenas actuaciones en el
aristocrático All England Tennis and Croquet Club, donde "araño" el
título de Wimbledon, cuando cayó en aquella memorable final, que perdió ajustadamente ante
Steffi Graf.
También hay que mencionar las notables performances que logró sobre césped, a
lo largo de su dilatada carrera, el santafesino Javier Frana. El ex jugador de
Rafaela conquistó, incluso, el certamen de New Port, en Estados Unidos, que se
juega una semana después del legendario certamen londinense.
Si bien el tenis nació sobre césped, en la actualidad se juegan sobre esa
superficie apenas 4 ó 5 semanas en toda la temporada. Hasta hace una cuarto de
siglo, tres de los cuatro Grand Slams, se jugaban sobre pasto. Jimmy Connors ganó
en Forest Hills su primer Abierto de los Estados Unidos en 1974, ante el
australiano Ken Rosewall, en la última edición que el U.S. Open se jugó en césped.
El abierto de Australia se jugaba en hierba hasta hace poco más de una década,
y por ende, los campeonatos previos, que servían de preparación para el Grand
Slam, que se jugaban en otras ciudades de la región, en Australia y Nueva
Zelandia, también se realizaban sobre la misma superficie.
En la Argentina (y el resto de Sudamérica) hay un solo lugar que posee canchas
de césped, el Hurlingham Club, en el noroeste del conurbano bonaerense. Esos
courts de la institución de tradición inglesa, solo están habilitados en los
meses estivales y su mantenimiento es difícil y costoso.
Por lo tanto, nuestros tenistas no tienen la posibilidad de conocer esa
superficie.
En una oportunidad, en 1986, Argentina debía jugar por la Copa Davis
contra India, en Nueva Delhi sobre césped, y nuestro equipo entrenó en el Hurlingham.
Tras esa experiencia se realizó allí un certamen y Javier Frana comenzó a
mantener un romance con esa superficie. Cada vez que los argentinos partían
hacia Australia, cuando todavía se jugaba en césped, iban a entrenar allí.
Sobre césped la pelota viaja muy rápido, resbala, no rebota, no se eleva
mucho. Los jugadores que se iniciaron sobre polvo de ladrillo, como los
nuestros, estan acostumbrados a realizar un swing largo sobre sus golpes. El césped
eso no lo permite, no da el tiempo, se debe ejecutar un back swing corto, hay que
impactar a la altura de las rodillas, prácticamente hay que bloquear a la
pelota.
Además es muy distinta la manera en que hay que desplazarse en el court.
Se debe jugar mucho de sobrepique, pegar casi sin top spin, jugar para adelante
y con tiros muy bajos. Es decir, hay que volear constantemente e intentar tomar
la red en forma constante. Muchos dicen que el tenis sobre césped "es otro
deporte".
Esa es la explicación por la cual los tenistas latinoamericanos y españoles en
general, y los argentinos en particular, tratan de esquivar Wimbledon, y cuando
participan en el certamen inglés, tienen tan magros resultados.
En otras canchas rápidas, como el cemento, se pueden adaptar, ya que la pelota
rebota más, o según las pinturas acrílicas o asfálticas con la que se pintan
las distintas superficies, varía la velocidad, y pueden equilibrar con la
potencia de sus tiros de fondo.
Pero en el césped priva el "toque", el golpe seco, la muñeca, el
talento, la repentización, y los jugadores argentinos centran su temporada en
Roland Garros. Es que la anaranjada superficie parisina es la verdadera
"meca" para nuestros tenistas, ya que en polvo de ladrillo nacieron.
Por lo tanto, después del certamen francés, se toman vacaciones, y aunque por
obligación deban asistir a Londres, obviamente ya entraron mentalmente en
receso.
|