Explicar lo inexplicable

La sala de prensa de la Copa AT&T, en el Buenos Aires Lawn Tennis Club tiene la vorágine de un enorme flujo de trabajo, pero hay un dejo de tristeza...como en el resto del estadio. Todos ya teníamos una idea de comentario final sobre el contundente triunfo que estaba concretando el argentino Agustín Calleri. Es que el tenista de Río Cuarto (Córdoba) había ganado el primer set por 6-2 y llevaba una cómoda diferencia en el segundo por 5 juegos a 1.

Nicolás Massú Es entonces cuando nos toca explicar lo inexplicable... Menuda tarea a veces la del periodista, porque el ganador fue el chileno Nicolás Massú. Perdió su saque, por primera vez en el partido Calleri, pero en el juego siguiente, estando 5-3 arriba, dispuso de dos match points con el saque del chileno, y el tenista de Viña del Mar lo consiguió dar vuelta.

Un viejo proverbio tenístico dice que "nunca el partido está ganado hasta que la última pelota pica dos veces". En esos instantes uno de los periodistas de la televisión bajaba agitado para tener la palabra de quien iba a ser el ganador, los organizadores hacían una cadena humana para que no invadan el court central, la gente estaba a punto de desatar la fiesta, una fiesta que no "explota" desde el año 1987, cuando Guillermo Pérez Roldán se convirtió en el último argentino en ganar en nuestro país un torneo del ATP Tour.

Pero pareció que el lugar de Calleri, en el court central, lo empezó a ocupar Narciso Ibañez Menta, y comenzó a protagonizar una verdadera "obra de terror". Massú, que estaba prácticamente desahuciado, levantó con su saque los dos match points en contra, salió del miedo de perder, empezó a ganar confianza, a medida que el argentino empezó a encoger el brazo. El partido empezó a cambiar.

Calleri había sido absoluto protagonista hasta allí, con tiros contundentes, explosivos, rasantes y definiendo con buenos ángulos. Pero desde que no pudo cerrar el partido, empezó a jugar atado, sin confianza, con temor a perder un trofeo que prácticamente ya tenía en su vitrina. Sus tiros, que sonaban con contundencia, ahora parecían papas.

Esta era la tercera final del chileno, las dos anteriores las había perdido, y se notaba con el nerviosismo típico de quien piensa: "la tercera debe ser la vencida...pero ¡si no consigo ganar?". Pero al notar que su rival no supo cerrar esta final, él empezo a recuperar su confianza, a meterle la pelota adentro, a ganar sobre el error de su adversario y a lograr, en dos horas y 36 minutos de juego, el triunfo con sabor a hazaña, con esa enseñanza que da la vida... y el deporte, que es que nunca hay que darse por vencido, ni aún cuando se este perdiendo "por afano". Ganó el partido y se quedó acostado en el polvo de ladrillo, como queriendo detener el paso del tiempo y congelar para sí ese instante, en su momento de mayor gloria. Es que el chileno (el mismo que protagonizó el partido del bochornoso escándalo de aquella Copa Davis de los "sillazos" en Santiago, entre su país y el nuestro en abril de 2000), nunca bajó los brazos y aunque se veía superado, siguió luchando hasta el final, y conquistó en Buenos Aires, su primer título en el circuito internacional. 

Oscar Pinco

 

 

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