El efecto
tango
“No es la crítica lo
que cuenta; no cuando se dirige al hombre que en la acción ha tambaleado
o donde el camino de los hechos podrían hacerle mejor. El crédito
pertenece al hombre que está en la arena, cuya cara está plena de polvo,
sangre y sudor; quien lucha valientemente; quien erra y vuelve una vez y
otra vez; quien muestra con gran entusiasmo, su gran devoción; quien se
consume en una digna causa; quien, ante lo peor, si falla, al menos falla
realizándolo desde su grandeza, entonces, este lugar, nunca podrá ser
para aquellas tímidas almas quienes no enfrentan el valor de la victoria
o de la derrota...” Theodore Roosevelt
Ubicarnos
en el espacio de cada uno y mirando hacia adentro, genera el tiempo para
construir la base de nuestro propio programa de desarrollo. Desarrollo, en
el significado que más usamos, es, “alcanzar el potencial”, en
términos que definir objetivos, formas y acciones que emprenderemos para
ser lo que queremos ser, dar lo que queremos dar, y hacer nuestra parte de
la tarea. Como padres, familia, amigo o mucho más lejano como deportista
y aún más como tenista.
Aunque
es difícil que uno piense en términos de programa para generar una
familia, una relación con amigos, lo cierto es, que lentamente,
silenciosamente, aunque no parezca, hay un plan de vida que estamos
trazando. Este puede ser conciente y tener cierto grado de claridad y de
manejo o simplemente dejamos que ocurra... Como mencionaba Sally Field en
la película Forrest Gump, hablando hacia su hijo: “......, mira
Forrest, mitad lo hace uno, mitad es el destino....”. Ese es el
modelo que nosotros tomamos. Una mano viene desde, otra la ponemos
nosotros. Lo mismo ocurre con nuestro plano profesional.
Todo
plan abarca un triángulo compuesto por tres aspectos que trabajan juntos, y
que requieren un trabajo valeroso y empeñado en crecer, ellos son: el
aspecto cultural, el aspecto social y el aspecto económico.
En
el primero, se incluye el desarrollarse en todo lo referente a la relación
con las personas, los espacios sociales, el reconocimiento de mi persona
como tal, como profesional, como integrante de este medio y
fundamentalmente qué comprendemos como ser humano. El segundo, el aspecto
cultural, tiene que ver con el contenido; la información de quiénes somos
y qué somos, cómo lo transmitimos, cómo nos comportamos, qué percibimos
del otro y cómo nos mostramos y qué perciben de nosotros. Y por último,
el vértice económico, eje de muchas conversaciones hoy, al parecer parte
causal de nuestros males, lo cual, definitivamente es falso.
Nuestra
realidad es lo que nos rodea y por sobre todo lo que somos. En cualquiera
de los tres aspectos. La diferencia de los países “desarrollados”,
con nosotros, es que ellos han alcanzado un sitial y su accionar se dirige
a perfeccionarse, mantener el nivel y corregir. Nada es perfecto. En
cambio nosotros, “en vías de desarrollo”, somos los que todavía
no alcanzamos nuestra potencialidad y estamos tratando de hacerlo. Por
supuesto, para ello, hay que tener un plan, un marco, un “modelo”
como dicen los políticos de hoy en día. Todo esto es algo así como
decir, que ellos son los adultos ya maduros y nosotros somos los
adolescentes que estamos tratando de saber qué queremos ser y cómo lo
seremos.
Para
desarrollarse hay que saber hacia donde querés ir. Como todo camino,
requiere ajustes, correcciones, pero siempre hay un faro adonde queremos
llegar. Pregunta: ¿estámos dispuestos a pagar el precio?. ¿Qué hacemos
cada uno de nosotros desde nuestro pequeño metro cuadrado, para generar ese
”desarrollo” en cualquiera de los tres planos?.
¿Qué hacemos nosotros, quienes tenemos un tremendo potencial al
transmitir conceptos, mediante el deporte, el tenis, para ser mejores,
hacer un mejor lugar para mí, para mi familia y para los otros?. Genero
metas, que en cualquiera de los tres planos, me lleven a ser “más
desarrollado”. O... nos dá lo mismo según Discépolo y su tango, “Cambalache”,
que visionariamente o con un tremendo potencial de interpretación de
nuestro ser, decía “... da lo mismo el que afana, que el que labura
como un buey...” o quizás, somos como el “perro del hortelano”:
“ni come, ni deja comer”.
Nuestro
plano de actuación es importante, la USTA, siempre dice que un profesor
de tenis, tiene en su entorno 200 personas que en diferentes grados,
influye. Algunos en conceptos deportivos, otros en actividades que mejoren
su calidad de vida, otros en la búsqueda de logros. Cualquiera sea, es
tan válido uno como otro.
Ahora,
¿estamos dispuestos a pagar el precio?. ¿Somos capaces de hacer nuestra
parte, de crecer en cualquiera de los aspectos, realmente?, ¿Ud. cree que
no gana más dinero, solo por la situación del país, que siempre la
culpa la tienen los otros?. Si tan solo, miramos hacia adentro y desde
cada metro cuadrado, tratamos de generar mejoras, de que mi vecino sienta
y reciba ellas y que, él se una a nuestro crecimiento. Que cada uno,
genere un respeto real, valiendo sus diferencias. ¿Somos capaces?.
Seguramente, costará sangre, sudor y lágrimas. Pero es la decisión de
crecer y por fin ser adultos. Los movimientos nacen de abajo hacia arriba.
Donde cada uno hace su parte. Ud. tiene un gran poder. El poder de influir
a cientos de personas, que desde un deporte le permite acceder a ellos.
Esto también, es parte de su desafío.
El
efecto tango, nos rodea. Aunque no vence. La queja se ha hecho parte de la
realidad. Y ella compone, una exteriorización hacia el otro de factores,
que en muchos casos, dependen exclusivamente de nosotros. Es aquel que opina
que la economía debería hacerse así, que el tenis argentino debería
construirse así y ante la pregunta qué hace en su plano, responde, “
ah... no, solo tengo 20 chicos en la escuela...” Vamos, prediquemos
con el ejemplo. El efecto tango, ataca. Seamos responsables, aprendamos a
crecer, aunque duela. Es el precio de construir un futuro mejor.
Nuevamente, esto requiere sangre, sudor y lágrimas, pero la de cada uno,
no, la del otro. La histeria y el llanto no son gran cosa. Deja el tango,
cambia de melodía. Nosotros desde nuestro pequeño espacio, podemos hacer
nuestra parte, la mía, la tuya.
|